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ARTE DESDE LOS PRIMEROS AÑOS

  • Michelle Guerra Adame
  • 28 abr 2016
  • 5 Min. de lectura

La educación artística no sólo se produce dentro del aula, sino fuera de ella. Los padres fungen como guías en los primeros momentos de la educación de los hijos. No se necesita ser un artista o un maestro de artes, la misma naturaleza hace su trabajo, basta con dejar actuar la intuición cuando somos padres por primera vez, para ver como todos somos capaces, sin importar las condiciones de vida, de aprender a través de los sentidos y el entorno natural de cada individuo.


La educación estética es fundamental en los primeros años de vida, la vida cotidiana es una oportunidad constante para enfatizar una y otra cosa. En el juego encontramos la herramienta más eficaz para hacer significativo el aprendizaje y es la dinámica más importante para el desarrollo de todos los niños. Por otra parte, la producción artística también puede aportar herramientas importantes al desarrollo integral de los infantes.


Generalmente no parece buena opción llevar a un niño a un concierto, obra de teatro, parque o al museo. Los niños, sobre todo los menores de seis años, no siempre son bienvenidos a ese tipo de eventos, por temor a que sus particulares formas de expresión se hagan presentes en cualquier momento o en el peor momento. Los niños lloran, se enojan, cantan, aplauden, se duermen, no necesariamente por aburrimiento, sino porque es la manera en la que expresan sus emociones y no podemos esperar que las repriman sólo por no molestar a los demás.


Si bien no todas las actividades artísticas que se ofertan son aptas para los menores, por no estar en formatos, dinámicas y duración pensados en ellos, sin embargo, las hay y de mucha calidad. Un producto artístico para niños debe ser un encuentro para que ellos puedan vivir y disfrutar las posibilidades estéticas que les ofrece el arte y compartir con sus familiares, cuidadores o maestros.


Los encuentros tempranos con el arte propician la presencia de este como parte de la vida del niño, es un acontecimiento significativo y contundente. Una experiencia artística permite a los espectadores diversas formas de conocer el mundo, otras formas de expresión y comunicación.


El arte también abre la posibilidad a los niños, sobre todo a los menores de tres años, de integrarse a las actividades de socialización. Aunque los bebés siempre están acompañados por un adulto, pocas veces sucede que los espacios culturales promueven actividades artísticas que incluyan a los más pequeños o por lo menos que les permita el acceso a este tipo de recintos.


Es importante reconocer la diferencia entre las artes plásticas y las actividades manuales. La danza con los bailables escolares, un concierto con las nanas o canciones de cuna, limitar su bagaje musical a canciones que ellos repiten y aplauden con los padres y maestros. El teatro con reproducciones de los programas de animación de moda. La literatura con algunos libros en casa, olvidando la belleza de la sonoridad de las palabras; no son actividades inútiles, pero no es a esas actividades a las que quiero referirme en este escrito.


Lo seres humanos vivimos en grupo, nos reunimos, colaboramos, nos observamos y nos imitamos, por lo tanto aprendemos mejor en colectivo. Las experiencias se vuelven más significativas cuando la compartimos, y el arte nos da la oportunidad de asombrarnos, emocionarnos y reconocernos, desde siempre. Nuestro cerebro está posibilitado para apreciar las diferentes expresiones artísticas, pues el arte estimula el hemisferio derecho del cerebro área que se especializa en las emociones. Desde que nacemos, el medio en el que nos desarrollamos nos asombra: la voz de mamá, la luz, la sombra, el sonido a lo lejos de los pájaros, el viento y lo que aprendemos con todos los sentidos.


Pronto esos sonidos se asocian a otros: el sonido del carro que entra a la cochera y se apaga seguido de la puerta que se abre y cierra de un fuerte golpe. Después otra puerta abre y cierra, acompañado del tintineo de las llaves golpeando la chapa, un beso y un hola entre mamá y papá que avisa que en unos segundos estará en la puerta del cuarto para abrazar al bebé; y así se tejen los aprendizajes a una velocidad impresionante.


Aunque la función simbólica en los niños antes de los 12 meses no está del todo desarrollada, hay muchas otras cosas que entienden y esperan, que les emociona y angustia. No sabemos con exactitud cuánto o cómo entienden, porque en los primeros meses no pueden verbalizarlo o señalar objetos y personas cuando decimos mamá, agua, puerta; no existen los conceptos, pero no por eso dejan de ser altamente receptivos y capaces de disfrutar lo que el arte puede ofrecerles.


Por lo tanto creo que la preocupación no debería ser si entienden o no, el niño de 0 a 3 años está en una etapa de desarrollo en la que se afianzan otros aspectos antes del conceptual; generan apego, seguridad, coordinan su cuerpo, están más preocupados por lograr moverse por ellos mismos de un lado a otro que por saber cómo se llaman las cosas.


Es un proceso de descubrimiento y de constante asombro en donde el aprendizaje está en todos lados y en todas las cosas, aun cuando no sea una actividad pensada en la didáctica, el deseo de descubrir lo que hay detrás de las cosas que aparecen y desaparecen, que se mueven, que suenan, que tienen una textura, temperatura, color, todo es motivo de aprendizaje, por eso es importante acercarlo a actividades que impulsen y alimenten su curiosidad. No se trata tampoco de sobre estimular las habilidades de los niños, se trata de mejorar el acompañamiento que hacemos en sus primeros pasos en el mundo y de garantizarle un entorno saludable en todos los sentidos.


Hay muchos avances en el tema de la primera infancia, sin embargo el énfasis está puesto en la edad escolarizada, para niños a partir de los 3 años existe, aunque escasa, programación en diversos centros culturales que ofertan actividades para ellos y sus familias, pero los niños menores de 3 años han sido excluidos de la programación cultural, un tanto creo que es por esa preocupación de si los niños son capaces o no, de comprender conceptos que se manejan en un producto artístico, y otro poco porque la oferta, por parte de la comunidad artística, es aún muy poca aunada a problemas de políticas de los recintos culturales en cuanto a la admisión de los menores y sus espacios.


Habrá que plantearnos esa pregunta, en todos los aspectos, y a todas las figuras que participan para que la experiencia del arte para los más pequeños sea posible. Artistas, padres de familia, cuidadores e instituciones culturales. ¿Por qué no se produce obra artística para los primeros 3 años de vida? El arte favorece en los niños su desarrollo personal y social, la comunicación de las emociones y conceptualización, promueve la apreciación de otras formas, el disfrute, la creación y profundiza los vínculos de afecto entre el niño y sus familiares, maestros y/o cuidadores.


Tenemos muchas tareas aún por realizar desde el arte, desde las aulas, desde casa y las políticas culturales para hacer visibles a quienes han permanecido invisibles y excluidos como parte de la sociedad, que son individuos a quienes hemos negado por mucho tiempo el derecho legítimo que tienen al arte y la cultura: los niños.




MICHELLE GUERRA ADAME es Directora y pedagoga teatral. Directora del Colectivo de Teatro en Espiral, co-directora de la Semana de Teatro para Niños Baja California fundada en 2009 y miembro fundador de la Red Latinoamericana de Creación Escénica Para los Primeros Años. Es maestra de asignatura en la Licenciatura en Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Baja California.

 
 
 

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