Globobligaciones | Confesionario Absurdo
- Alicia González
- 29 abr 2016
- 3 Min. de lectura
El ser humano se vuelve un cargador de globos, cada uno representa una obligación nueva. Con audacia, sujeta las diligencias en la calle de la vida, como una extensión de su ser, duerme con ellos, dialoga y cuando los infla, los deberes se mantienen con vida. Un globo, otro globo, algo más por hacer. El puño tiene que extenderse para darle cabida a cumplir cada uno de los compromisos que adquiere al decir: si, claro cómo no, por supuesto, ¿Para cuándo? Como si los deadlines fueran cosa de juego y no existieran. El tiempo es relativo y las prorrogas son pequeñas ilusiones de helio que funcionan como recordatorio del porqué estamos vivos.
Winston Churchill valora el sentido de cumplimiento, como un aire de superioridad al considerar que el precio de la grandeza se encuentra en la responsabilidad. Si el ser humano sostiene con firmeza sus globos, logrará sacar adelante sus globobligaciones, satisfacerá sus necesidades y se sentirá listo para cargar un globo más. Algunos requieren de más brazos para sostener esa infinidad de colores que muy en el fondo desean soltar y alcanzar el paraíso de la libertad, mirando al cielo como se va esa carga que se despega sin dirección.
En ocasiones, pareciera que un lobo sopla los compromisos por hacer y susurra suéltalos, pero la conciencia manda y cierra los puños para aferrarse a esos deberes de colores, mientras piensa que sería un lujo delegar los desafíos, como si los ojos fueran testigos del vuelo de las capacidades sin rumbo. ¿Sujetar fuertemente las globobligaciones o dejarlas ir? Las Manos vacías buscan el cordón que las amarre a ser parte de un sistema que los obliga a cargar globos constantemente. ¿Ya fuiste a trabajar? ¿Hiciste el reporte? ¿Estudiaste? ¿Ya te casaste? ¿Limpiaste? ¿Fuiste a surtir el mandado? ¿Le echaste gasolina al auto? ¿Alimentaste al gato? ¿Llevaste a los niños a la escuela?.
Cuantas más globobligaciones se carguen mejor, como si se tratara de un fenómeno que reta al pensamiento de Maurice Maeterlinck: “El primero de nuestros deberes es poner en claro, cuál es nuestra idea del deber”. Con tantos metros cúbicos de obligaciones, apenas se concibe la idea de distraerse, observando el espectáculo de portar colores en una mano con el peso de las responsabilidades hacia el camino de los sueños propios o los de alguien más.
Si una globobligacion se va, se harían realidad los versos de la poeta argentina, Edith Mabel Russo: “Si un globo se escapa/y desaparece/ para recibirlo/ hasta el cielo crece.” La alfombra azul estaría saturada de responsabilidad y cosas por hacer como una estación de metro en pleno lunes en la mañana.

Alicia González, es Licenciada en Comunicación por la UABC. En 2010 publicó su primer poemario, Inventario de ilusiones con el sello editorial, Existir.
Ha publicado en revistas culturales e independientes como: TijuaNeo, Existir, Acequias, Frontera Esquina y Zarabanda. Asimismo ha compartido su trabajo artístico en antologías poéticas como: Somos poetas ¿¡y que?! De Honda Nomada Ediciones y San Diego PoetryAnnual 2011 y 2012, 123 Por todos mis amigos y Migraciones de Arte Buhonero Ediciones. En 2013 lanzó su segundo libro de poemas, Random, Random Poemas para leerse en desorden con la editorial Cantarsis y fue publicada en la revista Monolito y Tijuana Poética. Ha sido columnista literaria del portal, Sin Embargo, colaboradora del periódico El sol de Tijuana. Actualmente es docente en nivel medio superior y colaboradora de Fin de semana, filial del periódico San Diego Union Tribune, asi como el suplemento cultural Identidad del periódico El mexicano. Su blog: https://lalibretadelataciturnafeliz.wordpress.com/
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