El Olvido, Volar en Paraguas | Confesionario Absurdo
- Alicia González
- 14 jun 2016
- 3 Min. de lectura
¿Habrá algún remedio para los olvidadizos? Tal vez. La distracción se ha convertido en una epidemia donde la sociedad ha decidido excluirlos y que no estorben el paso, otorgándoles un paraguas para que vuelen por los cielos de la nada y sigan esquivando sus responsabilidades, porque la memoria solicitó incapacidad por un tiempo indefinido.
¿Síntomas? Buscar, ¡siempre buscar!. ¿Qué? ¿Quién sabe?. Cerrar los ojos para recordar de qué se está hablando. Crear un laberinto de recuerdos que no tiene fin, ni siquiera al recurrir a esa pastilla que muchos recomiendan, pero que se olvida el nombre y para qué se tomó.
El olvido es sentir que se sostiene un bastón invisible, dolor en el brazo como si se hubiera trabajado la memoria con las extremidades. Flotar en la abstracción celeste. No cumplir con las designaciones impuestas por el destino, andar a prisa todo el tiempo huyendo de una tormenta que sólo habita en las conciencias de los olvidadizos y se aferran a su paraguas como el salvador de volar en el limbo de la vida.
Mirada sin pupilas, no disparar los ojos hacia ninguna parte en especial, sino a todas. ¿Cómo? Enfocarse en la nada. “Los tengo que hacer” se borran de la memoria, como los textos en la arena que tienen un valor único, pero que la danza del océano borra en el impulso de una ola.
En palabras de John Dewey, la distracción es el nuevo mal de la humanidad. No vivimos lo suficiente para sentir el golpe de los sentidos, ni siquiera para que nos mueva el pensamiento hacia donde la concentración debe habitar. Nos oprimen nuestras circunstancias o nos volvemos insensibles a ellas, tanto que al tomar el paraguas se expulsan el pasado y el futuro, quedando sólo el presente como vigilante entre las nubes.
La lluvia ya no sorprende más que a los olvidadizos que vuelan con sus paraguas dispuestos a representar parte de la ideología de José Saramago: “Así es la ley de la vida, triunfo y olvido”.
El mayor triunfo que pueden tener es no necesitar del paraguas ni padecer amnesia, tanto que las conversaciones transcurran de manera regular sin necesitar signos de interrogación o cambiar los hechos a manera de hacer creer que aun recuerdan, cuando realmente construyen una alteración de la realidad muchas veces cercana a lo que desean.
¿Dónde dejé las llaves? Seguro en la boca de un león que vino a despertarme. ¿Qué día es hoy? Cualquiera que puede ser mañana ¿Qué fue lo último que dijiste? Un poema cuyo título no recuerdo. Varios ejemplos demuestran cuan despistada es la memoria y se personifica al vuelo de un paraguas para no interrumpir el tráfico peatonal de la existencial por imprudencias de no ir al estilo T.S. Elliot de vivir del olvido como los hombres y no de los recuerdos, como las mujeres.
Que los olvidadizos sigan volando y no generen tráfico peatonal si es que recuerdan a donde tienen que ir. Aquí les va el paraguas.

Alicia González, es Licenciada en Comunicación por la UABC. En 2010 publicó su primer poemario, Inventario de ilusiones con el sello editorial, Existir. Ha publicado en revistas culturales e independientes como: TijuaNeo, Existir, Acequias, Frontera Esquina y Zarabanda. Asimismo ha compartido su trabajo artístico en antologías poéticas como: Somos poetas ¿¡y que?! De Honda Nomada Ediciones y San Diego PoetryAnnual 2011 y 2012, 123 Por todos mis amigos y Migraciones de Arte Buhonero Ediciones. En 2013 lanzó su segundo libro de poemas, Random, Random Poemas para leerse en desorden con la editorial Cantarsis y fue publicada en la revista Monolito y Tijuana Poética. Ha sido columnista literaria del portal, Sin Embargo, colaboradora del periódico El sol de Tijuana. Actualmente es docente en nivel medio superior y colaboradora de Fin de semana, filial del periódico San Diego Union Tribune, asi como el suplemento cultural Identidad del periódico El mexicano.
Comments